El derecho de soñar, no figura en
Pero el derecho de soñar es el que le da de beber a todos los demás derechos que, si no fuera por el soñar, se morirían de sed. Así que vamos a delirar por un ratito.
Vamos a suponer que el mundo, que está patas para arriba, se pone sobre sus pies. Deliremos.
El aire estará limpio de los venenos de las máquinas y no tendrá más contaminación que la que emana de las humanas pasiones.
La gente dejará de ser comprada por el supermercado, manejada por el automóvil, programada por la computadora, mirada por el televisor.
El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratado como la plancha o el lavarropas.
Los economistas se dejarán de llamar nivel de vida al nivel de consumo y calidad de vida a la cantidad de cosas.
Los cocineros dejarán de creer que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
Los historiadores dejarán de creer que a los países les encanta ser invadidos.
El mundo ya no estará en guerra contra los pobres sino contra la pobreza.
Y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra por siempre jamás.
Nadie morirá de hambre porque nadie morirá de indigestión.
La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla y la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla.
La justicia y la libertad, hermanas siamesas, condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse bien pegaditas, espalda con espalda.
Eduardo Galeano